Marrakech día 4: Visita a Essaouira

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Confusión en la farmacia

Tal y como habíamos quedado con los del riad, debíamos estar desayunando a las 07:30 porque nos vendría a recoger a las 08:00 el conductor del taxi para ir a Essaouira. Nos levantamos a las 07:00 para que nos diese tiempo, pero, como siempre, tardaron bastante en preparar el desayuno y estuvo listo un poco más tarde de la hora acordada. Esta vez se habían olvidado de yogures y huevos, pero como mi madre no desayunó porque no se encontraba muy bien, Mr. Knook y yo nos repartimos los msemmen y el pan y quedamos satisfechos. Mi madre estaba mal del estómago, y tenía sus dudas sobre si venir o no, aunque al final la convencimos de que no pasbaa nada, que teníamos un conductor a nuestra disposición y podíamos parar cuando queramos si pasaba algo. Al comentarlo con los del riad nos dijeron que había una farmacia cerca, y allá fue mi madre acompañada con el conductor, que llegó mientras desayunábamos. Lamentablemente estaba cerrada todavía, así que tendríamos que parar por el camino.

El taxi, un grand taxi (que se usan para trayectos fuera de Marrakech, por oposición a los petit taxis que se usan para moverse dentro de la ciudad), es un viejo Mercedes de los años 80 por lo menos, al que se le notan todos los muelles del asiento, con trozos oxidados y el parabrisas estallado en varios sitios. Visto el panorama me arrepiento bastante de no haber cogido el autobús, que aún por encima tardaba menos... El taxista se presentó, se llamaba Ibrahim, no hablaba ni papa de español y muy poco de inglés, así que de nuevo nos tenemos que comunicar mayoritariamente en francés. Por fortuna estoy cada vez más acostumbrada, así que ya me siento bastante cómoda.

Salimos a la zona nueva, dirección Essaouira, mientras Ibrahim nos iba señalando algunos de los edificios (el teatro, la estación de tren...). Pronto abandonamos la ciudad y el paisaje llano, con apenas casas, se vuelve la norma. Sobre las 09:00 paramos en una farmacia cerca de una gasolinera, donde me bajé para acompañar a mi madre. Cuando preguntamos por el precio nos lo escribió en la calculadora: 988 Dh. No teníamos suelto y tenía que ir a sacar a un cajero para lo que le pedí a Mr. Knook que me acompañase mientras mi madre se quedaba en la farmacia. El primer cajero que encontramos no funcionaba y de camino al siguiente, que estaba bastante lejos, le comenté el precio Mr. Knook, que me dijo que era imposible que costase eso, ¡¡¡que son 98€!!!. ¡¡¡Tiene razón!!! Así que extrañados, volvimos a la farmacia y con el conductor mediante, ahora sí, entendemos que son 98,80 Dirhams, es decir, menos de 10€. Para eso sí teníamos efectivo, así que pagamos y pusimos rumbo de nuevo a Essaouira. Al volver al taxi Ibrahim nos dijo que el cinturón no era obligatorio (ya que nosotros nos lo poníamos religiosamente). Visto lo incómodo que resultaba mi asiento decidí no ponérmelo lo que restaba de camino para poder acomodarme a gusto, los muelles me estaban matando.

Un largo camino a Essaouira

El paisaje se volvió monótono durante las casi 3 horas de camino. La carretera era una recta infinita con poco que ver salvo desierto a ambos lados y alguna urbanización hortera en el medio de ninguna parte:
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Las cabras y el árbol de argán

Unas horas después el conductor nos llamó la atención sobre un árbol con cabras. Al principio nos sorprendió, pero enseguida nos dimos cuenta de que es una atracción turística cuando paró el taxi y al bajar se nos acercaron dos señores con cabritillas en los brazos para que nos hiciéramos una foto (y fue muy difícil resistirse, porque los animalitos eran totalmente adorables).
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Más adelante había otro árbol más, y pillamos infraganti a los señores subiendo las cabras al árbol, por si todavía nos quedaba alguna duda de que era todo un paripé. Los árboles son argán, y las cabras sí se suben, pero no tantas por cada árbol, ni justo en los dos que están más cerca de la carretera...
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Parada en una fábrica de aceite de argán

Poco tiempo después el taxista nos paró en una fábrica de aceite de argán. Nos quejamos diciendo que nos nos apetecía (con tantas paradas el trayecto se hacía infinito) pero nos intentó convencer diciendo que no hacía falta que comprásemos nada, que era gratis, etc. Nos bajamos sobre todo porque teníamos ganas de ir al baño.

Al llegar una chica nos fue explicando en inglés el proceso de obtención del aceite, y de nuevo nos dijo que podíamos sacar fotos, pero viendo el platito con monedas que tiene cada señora a su lado nos abstenemos, no tanto por no querer pagar, sino por sentirnos acorralados en una auténtica trampa para turistas. Nos llevaron a la tienda donde nos dieron a probar aceite de argán y nos hablaron de sus propiedades. La verdad es que estaba bueno, yo me hubiese llevado una botellita si no fuera porque todo era carísimo. Mi madre también se pensó en llevar una crema, pero la más barata valía 25€ y no teníamos dinares suficientes para pagar (ya que era nuestro último día y no queríamos cambiar más dinero). Viendo el panorama, le dijeron que podía pagar con tarjeta y le trajeron un datáfono, pero no funcionó, así que nos fuimos con las manos vacías.

Llegada a Essaouira

El viaje se hizo larguísimo y hasta las 12:00 no llegamos a Essaouira. Antes de llegar el taxista se ofreció a pararnos en un alto para poder ver la panorámica de la ciudad y sacar fotos, pero al ver a unos señores con camello acercándose a nosotros y vislumbrar otra trampa para turistas le rogamos que no lo hiciera y nos llevase directamente. Aquí creo que hicimos mal, porque parecía que la vista valía la pena.

Después de aparcar el coche quedamos con él en que nos recogería a las 16:30, por desgracia sólo tendríamos 4 horas y media para ver la ciudad, ya que nos esperaba otro largo camino de vuelta... Sabía que iba a dar para muy poco, y me decepcionó que llegáramos tan tarde, pero había que aprovechar el poco tiempo que teníamos, así que nos pusimos a explorar la ciudad inmediatamente. Lo primero que nos llamó la atención fue el fortísimo viento que soplaba en la ciudad. Eché de menos una goma o algo para poder recogerme el pelo, que me bailaba para todos los lados. [Tip: Essaouira es muy ventosa, así que es una buena idea llevar algo que proteja del viento y sobre todo, para recoger el pelo! Me costó horrores desenredarlo después entre el viento y la salitre.]
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La plaza de Moulay Hassan, la plaza principal, era muy bonita, toda azul y blanco como el resto de casas de la ciudad. Nos estaba encantando la ciudad y su ambiente, no en vano su Medina es Patrimonio de la Humanidad.
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En las calles de la Medina vendían todo tipo de artesanía, pero los vendedores no eran tan agresivos como en Marrakech y los precios no eran tan caros. Las mercancías más abundantes eran artículos de cuero, madera y cerámica.
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La muralla defensiva

La ciudad está en la costa atlántica, al lado del mar. Batida por el viento y las olas, fue el puerto más importante de la costa norteafricana durante los siglos XVIII y XIX. La Medina, la parte antigua, está rodeada de una muralla defensiva por la que se puede pasear hoy en día y que todavía conserva antiguos cañones. A los fans de Juego de Tronos puede sonarles el sitio, ya que Essaouira se convertía en Astapor, la ciudad de Bahía de los Esclavos.
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El puerto y los puestos de pescado

El puerto de Essaouira tenía mucha actividad. Marineros, pescadores, comerciantes y muchas gaviotas se juntaban con las miles de barcas azules amarradas.
270 - Essaouira 266 - Essaouira 269 - Essaouira Muy cerca está la playa, larguísima:
271 - Essaouira 273 - Essaouira Ya era casi la hora de comer, así que nos acercamos hasta los puestos del puerto. Allí se pueden comprar los pescados frescos y te los hacen a la parrilla. Me costó convencer a mi madre, que no se fiaba nada, pero yo pensaba en langosta a la parrilla y se me hacía la boca agua. Nada más acercarnos nos pilló por banda un chico de uno de los puestos que hablaba español (que ya nos había abordado a la ida de camino al puerto) y que nos cayó simpático. Nos enseñó la mercancía, y básicamente fue mi madre la que escogió las piezas, que era la que más idea tenía de los tres. Nos decantamos por un bogavante que no llegaba al kilo y un rodaballo de kilo y pico. Eso más el pan, el agua y una ensalada lo cerramos por 55€, que acabamos pagando mitad en euros y mitad en dirhams. Como hacía mucho viento, en vez de ponernos en las mesas al aire libre, nos metimos dentro del local.
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La verdad es que todo estaba buenísimo, tanto el bogavante como el rodaballo, y la forma de preparación, a la brasa, nos gustó mucho también.
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Explorando la Medina

Tras la comida volvimos a la Medina, pero lo primero que hicimos fue entrar en la pastelería recomendada por la guía (Patisserie Chez Driss: mi crítica en Tripadvisor aquí), donde por menos de 3€ nos pusimos las botas con unos pasteles fresquísimos y buenísimos, acompañados de un té moruno:
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La pastelería tenía un patio muy chulo, pero como hacía tanto viento preferimos quedarnos dentro:
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Después recorrimos las calles de la Medina sin rumbo, deleitándonos con los colores que había por todas partes:
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En las calles más anchas soplaba bastante el viento, y de vez en cuando levantaba polvo y arena. La táctica de los locales consistía en echar agua de vez en cuando, para evitar esto.
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Las callejuelas eran muy pintorescas y mucho más tranquilas, apenas nos encontramos turistas, ni locales, caminando por ellas. Eran un remanso de paz y tranquilidad:
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Zocos

En el corazón de la Medina había un mercado con puestos de especias, granos y objetos usados.
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Aquí se me acercó un señor que olía a alcohol y me preguntó en inglés qué quería. Amablemente le respondí que no necesitaba nada, a lo que el me respondió que no me preocupara, que él era teacher. Para mi sorpresa, me pasa el brazo por encima del hombro y le dice a mi madre "This girl is good" y me dio un beso en la mejilla :O

Después de  este singular episodio, seguimos disfrutando de la ciudad, sabiendo que ya nos quedaba poco. En algunas zonas se percibía el ambiente bohemio de la ciudad, que persiste todavía.
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Los gatos campan a sus anchas por todas partes, en la calle, en las plazas, y hasta en los asientos de los restaurantes y bares. Sin embargo, después de mi episodio con el gato que me había arañado el primer día me abtuve de acercarme a ellos. Además, después de haber leído sobre la rabia, los períodos de incubación, la mortalidad y demás, estaba bastante asustada.
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En una de las callejuelas por la que nos tocó pasar, pegada a la muralla, "llovía" por culpa del viento y las olas, así que nos mojamos un poco. Tuvimos que terminar ya nuestro recorrido porque eran las 16:30, hora de volver al taxi.

Vuelta a Marrakech

Cuando llegamos al aparcamiento donde nos había dejado el taxi, ya nos estaba esperando el conductor. Del infinito camino de vuelta no hay mucho que contar, salvo que vimos un camello mamando a la salida de la ciudad.

A las 18:00 el conductor hizo una parada para ir al baño, mientras nosotros le esperamos en el coche. Estábamos cansadísimos. Mr. Knook se durmió, yo intenté sin éxito desenredarme el pelo, que con el viento y el salitre se había vuelto indomable cual pelo de muñeca.
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Árboles de argan
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Camión cargado de naranjas
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Parada en medio del camino
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Por fin llegamos a Marrakech a las 19:30, tres horas después. El taxi nos dejó en el riad, y nos pusimos de acuerdo con el personal para que nos llevasen al aeropuerto al día siguiente.

Cena en Terrace des Épices

Tocaba despedirnos de Marrakech y de Marruecos. Paseamos por la Plaza, nos acercamos a los cuentacuentos y a los magos pero, obviamente, no éra,ps capaces de entender nada. La intención era ir a cenar a uno de los restaurantes recomendados en todas las guías. De camino se nos acercó un chico y nos dijo que todo estaba cerrado. Se refería al zoco de las especias, pero pensamos que se refería a alguna calle. Nos dijo que nos va a guíar y empezó a llevarnos por las callejuelas, dando un largo rodeo para que pareciera que estaba más lejos. Nosotros íbamos mirando por el GPS del móvil lo que iba haciendo, pero le dejamos hacer, aunque mi madre empezó a asustarse un poco. Unos minutos después llegamos al restaurante y le dimos unos dirhams de propina por quitárnoslo de encima.

El restaurante (Terrace des Épices: mi crítica en Tripadvisor aquíes de los mismos dueños que el Café des Épices y es igual de chulo. Es una enorme terraza alrededor de la cual hay varias mesas bajo una especie de toldos. Las estrellas se ven muy bien desde allí, apenas había contaminación lumínica, pero era una pena que hiciera tanto frío para poder disfrutarlo. Nos llevaron hasta una de las mesas y después de traernos la carta nos trajeron también un calefactor para que estuviésemos más a gusto. De entrante de cortesía nos pusieron un tapenade de aceitunas y después cada uno se deleitó con lo que le pareció: tajine de rape para mi, tajine de cordero para Mr. Knook y unas verduras a la brasa para mi madre.303 - Terrace des Epices
Antes de que nos trajesen la comida nos fijamos en que a la pareja de al lado les habían traído unas chilabas para protegerse del frío, así que ni cortos ni perezosos las pedimos nosotros también. De esta manera pudimos sacarnos el abrigo y comer abrigados con la chilaba. ¡Qué gran idea!
Y para terminar, de postre, una pastilla de chocolate con frutos secos, orejones y ciruelas y unos pastelitos típicos marroquíes.
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La pastela que hizo las delicias de Mr. Knook
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Toda la zona que rodeaba el restaurante estaba vacía a esas horas, como lo estaba también todo el zoco, con todos los puestos cerrados. El sitio está en una zona muy chula, y estoy segura que de día hubiera tenido un ambientillo muy agradable, quedará para la siguiente vez que volvamos, ¡que lo estamos deseando! :)
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